martes, 12 de abril de 2016

La Feria de Abril. Nada nuevo bajo el sol

La Feria de Abril en Sevilla ha sido desde sus inicios un claro escaparate de la ciudad de la imagen. Como diría no solo Isidoro Moreno, sino que aseguro que también pensaría mi amigo Daniel González Marín -entre otros muchos- la feria en esta ciudad no es más que un teatro sumamente cuidado en cuanto a pantomima. Por favor, si son ustedes tan amables, doble de pantomima.


En 1855, Manuel Cabral -pintor sevillano nacido en 1827, especialista en la pintura costumbrista- pintó 'En la Feria de Sevilla' donde a baile de pincel, dejó plasmada una muy conseguida visión panorámica del evento que todo lo acoge en la ciudad. Donde caben ricos y pobres; donde se mezclan las ganas y las desganas del sevillano; donde la felicidad -a diferencia de la fiesta mayor de la ciudad que no es más que la Semana Santa- no deja hueco a la tristeza. También es cierto que quizás en muchos casos la que si se abre hueco entre la fiesta, el cante y la algarabía es la nostalgia. Nostalgia por los que ya no están en la caseta, por tu padre o tu madre que ya no está, el cuñado que lo está pasando francamente mal económicamente, o tu compadre recién divorciado que no está pa' fiestas y se le echa de menos en su caseta. Cierto y verdad es que dentro de todo esto debemos tener en cuenta las mismas situaciones que de manera exacta en cuanto a hechos, han decidido por lo contrario si estar en la feria porque es ésta el antídoto perfecto para subsanar las penas ahogándolas en manzanilla, gambas, palmas y bailes.

Como iba diciendo, Manuel Cabral dejó perfectamente recogido que en la Feria de Sevilla, sociológicamente hablando caben todos parámetros habidos y por haber. Plasma en primer lugar, las casetas en un lugar que en aquél entonces bordeaba el perímetro de la ciudad en el extramuro; segundo, selecciona y dibuja perfectamente el escaparate variopinto de la ciudad del ayer que se sigue conservando hasta nuestros días.
Como cuenta Antonio Reina Palazón, en la pintura se muestran los distintos niveles de la ciudad; imperando la clase de la burguesía agraria; los caballistas y -también extendidos ya- carruajes de tracción animal. Muestra como no podía ser menos las gitanas del buñuelo, el clavel y la caña. Si nos fijamos bien, todo ha tenido su evolución pero no hay "nada nuevo bajo el sol". Hoy la gitana del clavel sigue siendo la misma, solo debemos reseñar la invasión amarilla -los chinos- que como no podía ser menos, también han invadido la fiesta del mercado -como si no tuviesen poco ya con conquistar silenciosamente el propio mercado en sí-. Ahora ellos son la evolución asiática de la gitana de Jiménez Aranda siendo quienes en vez de claveles, te venden la rosa de plástico, el silbato con luz flúor o el martillo de goma.
Los gitanos siguen con su cubo de caña esperando al cani de turno o al forastero -hoy día llamados turistas- que le vacíen los cubos siempre alertas a la voz del patriarca que suele melodear por la zona al quite de toda estafa o trueque que se precie.
¿No tienen ellos su evolución? Pues claro que la tienen, su evolución la encuentro en la juventud -y no juventud- en ocasiones mala, o bien porque se están ganando la vida y porque no decirlo, haciendo su agosto vendiendo drogas varias. Que es un mal que ha estado siempre, ojo, pero que con el paso del tiempo el malmirado de la feria coge impulso en el lado oscuro de la fiesta.

Ahora sí, si algo hay de pintoresco y cierto en la Feria de Abril, es el tieso. Ese personaje tan elegantemente vestido, tan apuesto -o no-, que lo que mejor se le da bailar es el baile de la cuenta. Ese baile que comienza cuando sabes que la hora de la cuenta se aproxima y comienzan los escaqueos, las llamadas pertinentementes impertinentes, los `voy a la puerta en un momento` que acaban realmente yéndote a la otra caseta que con ansias espera que vuelvas a pedir tu manzanilla y tu frito variado para que lo dejes apuntado a nombre de la mesa de turno...


La feria ha evolucionado pero realmente todo sigue igual. Tu amigo que te paseará en el carruaje de su tío, el que mea en medio de la calle -y hoy día- y le echan dos fotos, las cuelgan en Facebook y a los 3 minutos las está viendo su madre desde su casa, la chica que se la da de elegante, respetada y santa pero que a las seis de la mañana se ha bebido el río y le entran de dos en dos, el tieso que se pega todo día de `arriamao`, el que se va de la feria tal como entró, impoluto, los que se lían a empujar la vaca en un portal o en el WC pero con el terrible detalle, de que hoy te graban y en menos que canta un gallo ya estas en Twitter, Instagram, Facebook, o si me arriesgo, hasta te hacen un Periscope y te ve medio mundo como pelas la pava.

Como vemos absolutamente nada ha cambiado; desde Manuel Cabral, a Jiménez Aranda o a las fotos que haga cualquiera con el móvil; desde la feria de los duques a las horteradas de nuestros tiempos, absolutamente nada cambia. Excepto la ubicación, ya que sus quejas nunca se fueron ni se irán.

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